¿De qué manera la utilización de un paradigma sociocultural ayuda al diseño de actividades pedagógicas mediadas por tecnología digital, así como a la evaluación de dichas actividades y de las políticas institucionales y educativas que las sustentan?
La revolución tecnológica ha
abierto las puestas hacia el desarrollo de nuevas formas de ver y concebir la
enseñanza, por lo que muchos países en el mundo se han dado a la tarea de
responder a la demanda de la sociedad globalizada y a los estándares educativos
internacionales, lo que ha exigido pensar que la educación actual se ha de
abrirse a la idea de pensar que existen otros espacios de aprendizaje donde según Bentley (1998),
“el sistema educativo debería buscar contextos sociales para el aprendizaje más
allá del aula”. (Daniels, 2003.p, 171).
Aunque muchos han sido los
cuestionamientos en torno al tema, donde se ha llegado a pensar que tal vez la
tecnología pudiese reemplazar la figura del docente, se debe tener en cuenta
que para que esta situación no penetre a las instancias educativas, las
herramientas dispuestas para optimizar el aprendizaje han de ser pensadas como el
medio más no el fin de todo proceso educativo.
Esta idea es sustentada por Daniels
(2003.p,
118) referenciando
a Wertsch,
cuando dice que “los instrumentos culturales por sí solos no pueden hacer nada
y sólo tienen impacto cuando son usados por agentes”; y es por eso que el
paradigma sociocultural propuesto por Vigotsky, intenta explicar la relación
existente entre los elementos socioculturales y la manera como las comunidades
de práctica y de aprendizaje interactúan colaborativamente en las construcción
conjunta del conocimiento.
Para que la relación
entre tecnología y educación pueda darse, lo primero que hay que tener en
cuenta es que en todo proceso educativo mediado por la tecnología, el docente debe
tomar conciencia de su papel como agente que promueve y diseña las condiciones
necesarias para que dentro de una comunidad de aprendizaje, se
garanticen los espacios necesarios para que puede darse lo que O'Connor y
Michaels (1993) denominan “cultura de aula compartida” y donde los estudiantes
comprendan igualmente su papel en todo este proceso. Este término referenciado
por Daniels (2003. p, 180) tiene que ver con un espacio en que los estudiantes
toman conciencia de su papel como agentes que discuten sobre temas académicos y cómo sus demás compañeros
son parte esencial dentro del aprendizaje. Siendo el docente entonces, creador o
por lo menos reciclador efectivo y administrador de los recursos y actividades,
planificador y evaluador de los procesos de aprendizaje, podrá de manera
consiente contribuir a que se garantice dentro y fuera del aula espacios donde
el estudiante haga parte de su proceso de aprendizaje.
Esta idea es ampliada
por
(Wenger
2001.p, 103) cuando expresa que dentro
de una comunidad de práctica a cada participante se le deben propiciar los
elementos para que “encuentre un lugar único y adquiera una identidad propia
que se van integrando y definiendo cada vez más por medio del compromiso en la
práctica” Lo anterior quiere decir, que al utilizar herramientas tecnológicas
el docente puede diseñar espacios de participación grupal y guiar los procesos
para que el desarrollo individual pueda darse a partir de la interacción con
otros y donde “los instrumentos intelectuales y las instituciones culturales
actúan como artefactos culturales mediadores”. (Daniels, 2003.p, 181).
Lo segundo a tener en
cuenta es el elemento instruccional sobre el cual debe sustentarse el trabajo
colaborativo mediado por herramientas tecnológicas. Frente a esto, Fernández-Cárdenas,
J. M. (2011.p, 2) afirma que “los sistemas educativos más avanzados reconocen
que la única manera de mejorar los resultados es a través del mejoramiento de
la instrucción”. Esta instrucción está dada por una planificación adecuada por
parte de docente de lo que se pretende alcanzar, la manera como sus actores
interactúan en este proceso y las estrategias de intervención utilizadas para
garantizar el aprendizaje. “En este sentido, el rol del maestro o adulto es
clave en el desarrollo intelectual del alumno”. (Fernández, 2009). Este proceso
en términos Vigotskianos es lo que se conoce cómo Zona de Desarrollo Próximo,
el cual es considerado como el espacio de interacción donde intervienen
procesos como el andamiaje y la participación guiada, para permitir el paso de
un nivel de aprendizaje a otro superior, en donde el lenguaje como instrumento
simbólico y el sistema de signos aportan significativamente en este proceso
como elementos mediadores para garantizar el aprendizaje. Lo anterior permite
alcanzar a hombres y mujeres lo expresado en palabras de Lacasa (2002. P, 29), “un
control de su propia conducta”.
Por último hay que tener en cuenta que todas las actividades de
planificación dentro de un contexto educativo mediado por la tecnología, han de
desprenderse de las políticas instituciones que definen desde el currículo los
objetivos a lanzar y los aprendizajes sobre los cuales se debe construir, y
donde el proceso evaluativo no solo mida
la cantidad de conocimiento adquirido, sino todo el proceso pensado en torno a
este, así como se evoluciona cognitivamente con ayuda de los otros.
Según Mercer
y Wegerif (1997) referenciados por Fernández (2009), “si bien la computadora
como herramienta cultural es fundamental en la construcción de conocimiento, lo
más importante es la calidad de la interacción que se da en situaciones donde
participan alumnos y maestros”.
Lo anterior quiere
decir, que si bien los artefactos tecnológicos siempre harán parte de la vida
del hombre, estos no funcionan por si solos, requieren de las presencia de
agentes que den sentido a lo que estos representan y cómo pueden hacer parte de
un sistema en donde se convierten en medios para la transmisión y adquisición y
evaluación de conocimientos gracias a la creación de espacios de participación
colaborativa, es decir, servir como mediadores entre los estudiantes y el
aprendizaje.
Referencias:
Daniels, H. (2003). “Vygotsky y la
Pedagogía”. ISNN/ISBN: 84-493-1400-3 Barcelona: Paidós. pp. 139 – 184.
Recuperado en: http://cursos.itesm.mx/webapps/blackboard/content/contentWrapper.jsp?content_id=_53434716_1&displayName=Aplicaciones+educativas+de+la+teor%C3%ADa+sociocultural+y+de+la+actividad&course_id=_534810_1&navItem=content&href=ftp%3A%2F%2Fsata.ruv.itesm.mx%2Fddaa%2Fsemene_may13%2FED5058%2F8449314003_pp139.pdf
Fernández, J. (2009). Las
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Lacasa, P. (2002). Cultura y
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Wenger, E. (2001).
“Comunidades de Práctica: Aprendizaje, Significado e Identidad.” Barcelona:
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